Si alguna vez te has preguntado, ¿Por qué celebramos el día de muertos?, en un momento sabrás el por qué.
Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida.
La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria.
La ofrenda es ese ritual colorido donde el individuo y la comunidad están representados con su dádiva; es un acto sagrado, pero también puede ser profano: la tradición popular es la simbiosis de la devoción sagrada y la práctica profana.
Ofrendar, en el Día de Muertos, es compartir con los difuntos el pan, la sal, las frutas, los manjares culinarios, el agua y, si son adultos, el vino.
Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida.
La ofrenda del Día de Muertos es una mezcla cultural donde los europeos pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras; los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal y la comida y la flor de cempasúchil.
Se recibe a los muertos con elementos naturales, frugales e intangibles, incluimos aquí las estelas de olores y fragancias que le nacen a las flores, al incienso y al copal.
La ofrenda de muertos debe tener varios elementos esenciales.
Si faltara uno de ellos, se pierde aunque no del todo el encanto espiritual que rodea a este patrimonio religioso.